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¿Cómo lo haces para no sentirte sola?
Esta es una pregunta que me hacen a menudo dado que tengo treinta y cuatro, estoy soltera, no tengo hijos y mis perros están en Valencia.
Me siento sola a menudo, desde el día que nací o desde que tengo uso de razón. Me puedo sentir sola cuando las circunstancias son jodidas y cuando todo es favorable.
Cuando estoy feliz también.
Hoy es uno de esos días. Esta mañana el cielo estaba de un azul Lanzarote impresionante. Pretendía ir al gimnasio para, pero me he tumbado en el sofá y he dormido hasta las 12 del mediodía. Al despertarme me he flagelado unos segundos por haber perdido el tiempo. Aunque desde hace años me posicione conscientemente en el frente opuesto al hacer, los patrones automáticos se disparan. Demasiados años operando en la autoexigencia y el éxito asociado a la productividad. No hace tanto que correr por Oxford Street con un café de Starbucks en la mano me parecía una señal clara prosperidad vital.
Me he levantado del sofá utilizando la técnica de cuenta atrás de Mel Robbins. Consiste en contar desde cinco hasta cero. Dice que numerosos estudios avalan que así el cerebro se prepara y pasa a la acción. No sé si ha sido debido a esto o al efecto placebo, pero tampoco me interesa averiguarlo porque todo lo que va a mi favor me viene bien. He logrado meterme en la ducha, ponerme desodorante y secarme el pelo. Al mirarme al espejo me he sentido sola.
Después he salido a pasear a un perro maravilloso que me deja un chico al que asalté hace tres semanas en una cafetería. El atardecer por la playa de Famara junto a este canino guaperas ha sido divino y, aún así, me he sentido sola. A la vuelta me ha llamado mi tío para preguntarme cómo estaba y al colgar me he sentido sola. Saber que mañana tengo plan matutino con amigas no cambia en absoluto mi sensación.
Mi sensación de soledad no tiene que ver con los planes o la gente de mi alrededor. Es algo más profundo.
Al volver a mi nuevo apartamento compartido el cielo estaba morado, rosa y naranja. Tan espectacular como ayer. A veces no puedo sostener tanta belleza. «Joder, qué feliz soy y qué afortunada» pensaba mientras me sentía sola.
A veces me siento sola estando rodeada y apoyada por un entorno maravilloso que adoro y miles de personas en mi comunidad online. No tengo dedos suficientes para contar la gente que cada día me demuestra que me quiere y que está a mi lado. Tampoco tengo el tiempo que me gustaría para demostrarles cuánto los quiero yo.
Vamos tan rápido que no nos da tiempo a amar con atención.
Y me esfuerzo por ir despacio. Y cuanto más despacio voy, más separada del resto me encuentro. El ritmo que hemos aceptado y normalizado en nuestra forma de vivir es, aparte de frenético y estresante, inhumano. Nos impide conectar con otras personas a nivel profundo y con la atención que se merece el momento.
Evaluando esta semana que acaba, he hablado con más de cien personas entre redes sociales y wasap. Esta cifra, comparada con años atrás, es irrisoria. Por supuesto, con ninguna de ellas me ha dado tiempo a profundizar como me hubiera gustado. La rueda del hámster es así. Bajar el ritmo no es sencillo, aunque me niego a pensar que es imposible.
Estoy convencida de que esta forma de relacionarnos, sin poder conectar en esencia, es uno de los motivos principales de que muchas personas nos sintamos solas pese a que casi siempre estemos acompañadas.
A esto le sumaría la incomprensión que experimentamos aquellas que hemos decidido salirnos ligeramente del tiesto social, y el hecho de haber sido separadas del todo para vivir la experiencia humana. ¡Casi nada!
Lo extraño sería no sentirme sola.
También creo que la sensación de soledad duele más cuando te resistes a ella. Es como el propio dolor. O como el miedo, la ira o la tristeza. Todas llegan, se dan un garbeo, si te esfuerzas por echarlas se transforman sufrimiento, y si las saludas con educación te dan el mensaje y se van por donde han venido.
¿Qué problema tenemos con sentirnos solas?
Es incómodo, pero no nos pongamos sibaritas, porque cada día vivimos situaciones en las que la comodidad brilla por su ausencia —muchas de ellas por elección propia— y hacemos la vista gorda. ¿Por qué la soledad tendría que ser diferente? Creo que nos asusta más el miedo a la soledad que la propia soledad. Asusta, pero no mata.
Como decía Diana Sánchez-Regas hace unas semanas: «Siempre vamos a sentir una parte de soledad porque somos seres únicos y no hay nadie en este mundo que pueda sentir o ser como tú. Por eso, una parte de nosotras jamás será acompañada o comprendida. Simplemente, porque nadie más que tú puede verla o experimentarla».
Y así, desde mi amada Lanzarote, feliz porque amo la V.I.D.A. que he decidido, sintiéndome sola porque todo va rápido, soy única, estoy separada y nadie podrá jamás comprenderme, os deseo una feliz semana.
Principio.
Ana.
Te sientes sola, no estás sola
Esta chapita ha llamado poderosamente mi atención. No la leí en su día y es curioso que ahora, mis ojos se fijen en ella, en un momento muy crucial en mi vida.
Se que no estoy sola pero también me siento sola muchísimas veces. Soy otra de esas que ha escogido un camino de vida que no es el “común” y eso me ha generado, además de miles y millones de inseguridades, una sensación de soledad muy intensa. A veces la abrazo y a veces la rechazo.
Ahora, que además de sentirme sola también me siento abandonada, me han reconfortado tus palabras♥️
Qué bonito entender, que si no te enfrentas a esa emoción que viene a darte el mensaje todo es más amable...
Qué amable también las palabras de Diana... Hay cosas que los demás no entenderán nunca...